El gasista

Como buena recién mudada (recién, que hijadeputa, hace como dos meses que me mudé), estoy llena de cosas para hacer... y la casa está llena de cosas que arreglar. Que la canilla que pierde, que los enchufes, que el horno que pierde gas... No pago nada, claro, todo está en manos del dueño o de la administración, según los casos. Pero sí tengo que estar presente para recibir a los muchachos electricistas, plomeros, gasistas...

No es tan fácil, siendo una chica sola. En líneas generales, como aparento menos edad de la que tengo, y ellos son señores padres de familia, se dirigen hacia mí en una actitud protectora y bienintencionada. Hasta que vino el gasista a romper el promedio.

El gasista era joven. Se dio cuenta de toque que mi edad era cercana a la de él y me empezó a hablar como si estuvieramos en un boliche. Que qué hago, cómo me llamo, hace cuánto que me mudé y demás. Yo, por mera amabilidad, le respondía con buena onda. Y hasta le ofrecí un café (ojo, eh, lo hice con todos, es algo que me enseñó mi mamá que hay que hacer cuando hay visita, aún cuando hablemos de gente a la que le vasa pagar). El "muchacho" arreglaba y hablaba y hablaba. En un momento...

EG- Mmm... Estaría bueno tomar algo, ¿no?
Yo- Mmmeeeeeeeehhhhhhhmmhh... sehhh, podríasernosé...
EG- ...un trago, una cervecita...
Yo- ...
EG- ¿No tomás alcohol?
Yo- Msí, a veces.
EG- ¿No querés tomar algo?
Yo- (tragame tierra, mátenme ya, mátenlo a él!!!) Ehm, no, además estoy esperando gente, además tengo que trabajar...
EG- Ah, claro claro...

Bueno, se fue, por suerte, y a la salida se disculpó, no sé si por el momento incómodo o por la propuesta estúpida...

No se puede ser amable, che. Al próximo, minga de café le voy a ofrecer!